Por Fernando Carnota
“La Provincia hoy es una estación de servicio gigante, le tirás una chispa y explota”, la frase pertenece a uno de los hombres de la provincia de Buenos Aires que más escucha Alberto Fernandez. Uno de sus soldados, un intendente del conurbano.
Describe la mayor preocupación del gobierno por las consecuencias que puede dejar la pandemia.
Hoy, Buenos Aires, es una foto mucho más dramática que la “tierra arrasada” que, según el gobernador Axel Kicciloff, recibió de la gestión anterior. Axel, tiene que gobernar una provincia con índices insostenibles de pobreza y marginación, municipios que perdieron en promedio el 40 por ciento de su recaudación impositiva, intendentes que presionan con la aparición de los Patacones y la amenaza de recortes de sueldos municipales, y, además, una estructura sanitaria estable de poco más de 5 camas cada mil habitantes para enfrentar al enemigo invisible del coronavirus, cuando la Organización Mundial de la Salud promedia un ideal de 8/1000.
Le suma a eso algo impensado en el ideario del Kirchnerismo, el Ejército recorriendo las calles asistiendo en la emergencia.
El lunes de la semana pasada Fernandez recibió a los intendentes en Olivos, les dio detalles de la preparación de la red sanitaria y alimentaria diseñada por el Gobierno nacional para afrontar la pandemia. Estuvo con propios y ajenos.
Juan Zabaleta, intendente de Hurlingham,Jorge Macri (Vicente López), Fernando Espinoza (La Matanza), Néstor Grindetti (Lanús), Mariano Cascallares (Almirante Brown), Diego Valenzuela (Tres de Febrero),, Mayra Mendoza (Quilmes), Ariel Sujarchuk (Escobar), Mario Ishi (José C Paz), , Fernando Gray (Esteban Echeverría). Y la lista sigue, pero fue más que eso.
El presidente pudo percibir que tenía enfrente al verdadero ejército con el cual debe enfrentar la batalla en el conurbano, sobre todo en aquellos mandatarios municipales que llegaron en el recambio de los “barones” que empezó en 2015 y dedican una gestión basada en el vecinalismo.
En ellos está la apuesta de Alberto Fernandez en la gestión de la crisis, y de hecho organiza regulares videoconferencias para ajustar detalles.
Con la mayoría de los intendentes, del oficialismo y la oposición, tiene excelente diálogo, trabaja muy cerca y son su ojos en el territorio, pero con algunos, un puñado de la primera hora, tiene una relación especial, los recibe, los escucha y les comparte decisiones íntimas de poder. Son los soldados que había elegido para forjar su armadura política detrás de la General Paz desde que fue electo. Hoy, a la luz del virus, se tornaron mas importantes. Gabriel Katopodis, Juanchi Zabaleta y Mariano Cascallares son parte de la escudería mas cercana.
Hace pocos días en una reunión reducida en Olivos, escucharon del presidente una lectura optimista de la batalla contra el virus producto de las medidas que se van tomando.
El riesgo de una buena noticia sobre una curva moderada de la enfermedad producto de la cuarentena, es que se acelere otra curva, la de la degradación económica en sectores que viven al día. Esta fue la foto que le mostró el líder de la Uocra, Gerardo Martinez, al ex intendente de San Martín, Gabriel Katopodis, el soldado de Alberto que llegó al gabinete. El ministro de Obras públicas escuchó el reclamo desesperado de Martinez ante la posibilidad del freno total de la obra pública. Más del 60 % de los afiliados al gremio de la construcción viven en territorio bonaerense y dejar de cobrar la “quincena” los hundiría en una cuarentena económica mucho más dramática que la del coronavirus.
Alberto Fernandez sabe que en la provincia está el mayor desafío que enfrenta el gobierno para contener la explosión de la enfermedad, un territorio devastado en donde se le pedía a su población que se quede en sus casas y se lave las manos cuando, en realidad, miles de ellos no tienen agua potable para lavarse ni casa donde quedarse o viven hacinados en espacios inhumanos.
Ahora, la consiga “quedate en casa” cambió por algo más parecido a la realidad, “quedate en tu barrio”
Con este ejército de intendentes, por ahora, todo funciona así, el presidente los escucha, evalúa, pide y ellos ejecutan. Fue así como surgió el control municipal de rutas, por ejemplo. El jefe comunal de Hurlíingham, Juanchi Zabaleta, junto al de Pilar, Federico Achaval, fueron los encargados de diagramar el dique de contención de circulación por las autopistas en el cinturón Oeste/Norte. En principio, el presidente había llamado preocupado al intendente de Ezeiza, Alejandro Granados, por el bloqueo del distrito que había armado con montículos de tierra en las rutas. Cuando Granados le explicó que tenía que controlar el traslado entre countries de propietarios que se movilizaban sin restricciones y que estaba harto de la gente que salía de los countries para ir a jugar al golf, Fernandez comprendió la necesidad de la medida pero le pidió que garantizara el traslado de mercaderías. Después el modelo de restricción se extendió.
El próximo objetivo es la contención de los jubilados, grupo de riesgo en época de pandemia. Varios intendentes preparan un operativo de vacunación masiva contra la gripe común. La idea es acercarse a los jubilados en las filas de cobro de sus haberes en los bancos, y vacunar en ese momento con equipos sanitarios a todos los que necesiten la dosis de la vacuna.
Los intendentes hacen todo lo que el presidente les pide, y más. Son los soldados de Alberto.