La letrada Norma Bellini sufre un hostigamiento constante y, a pesar de las denuncias, las restricciones perimetrales no se cumplieron y su agresor sigue en libertad.
Norma Igoa Bellini, abogada de 73 años y graduada de la Universidad de Buenos Aires, dedicó más de tres décadas a la defensa de mujeres víctimas de violencia de género. Sin embargo, su compromiso con la justicia la convirtió en blanco de una serie de ataques que han puesto en riesgo su vida y la de su familia.
Todo comenzó en septiembre de 2019, cuando asumió la defensa de una mujer que escapó de su hogar con su hija de dos años, tras ser amenazada por su pareja, un abogado y empresario. Lo que parecía un caso más pronto se transformó en una pesadilla para Norma. “Ella estaba aterrada. Su pareja había amenazado con matarla y rompió una silla frente a su hija”, recuerda.
A medida que el proceso judicial avanzaba, los ataques contra Norma se intensificaron. Desde daños a su vehículo en 2020 hasta la destrucción de la vidriera de su local de antigüedades en 2021, los episodios de violencia fueron escalando. En enero de 2022, una bomba molotov destruyó gran parte de su negocio, un lugar con profundo valor sentimental. “Gracias a Dios, el encargado del edificio actuó rápido. De lo contrario, las consecuencias podrían haber sido devastadoras”, relata.
El principal sospechoso, Diego Siciliano, violó reiteradamente las restricciones de acercamiento dictadas por la Justicia. Incluso desvió su furia hacia la familia de Norma, enviándole amenazas explícitas y fotografías tomadas a escondidas de su único hijo. “Perdimos la paz”, confiesa Norma, quien ha buscado protección en diversas instituciones, encontrando apoyo concreto en la Secretaría de la Mujer del Gobierno de la Ciudad.
El punto más crítico se dio el 15 de agosto de 2022: Igoa Bellini recibió un mensaje de WhatsApp desde un número desconocido con amenazas explícitas contra su único hijo, acompañado de más de 20 fotografías tomadas a lo largo de dos años
Además contó: “A veces salía a colgar ropa al balcón y lo veía a Siciliano enfrente de mi casa. Avisaba, pero la policía tardaba dos horas en venir”, detalla. Con los meses, su hijo y su nuera comenzaron a ser blanco directo de los ataques. Los nuevos abogados de su exclienta también. “Para el violento no existen los escrúpulos”, asegura.
En su búsqueda de protección, Norma recorrió distintas instituciones. El respaldo más concreto, dice, lo encontró en la Secretaría de la Mujer del Gobierno de la Ciudad. “Se movieron muy rápido y le dieron intervención a la justicia civil. Ahí se dictó una medida de no acercamiento, una restricción perimetral, que igual violó”, explica.
También acudió al Colegio Público de Abogados, pero sintió que solo obtuvo atención cuando su caso se mencionó en un reconocido noticiero, en febrero último. “Como mujer, viví la experiencia de la total indiferencia de mis pares, colegas y de instituciones a las que pertenecí y en las que no encontré resguardo”, lamenta.
A pesar del miedo, Norma sigue firme en su lucha por la justicia. “Empoderé a una mujer que estaba aterrada. Hoy ella vive su vida, trabaja y cuida a su hija. Eso también fue imperdonable para él”, asegura. Ahora, espera una condena que haga justicia por los años de violencia y amenazas que ha enfrentado.