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En una plaza San Pedro vaciada, el Papa Francisco encabezó el Via Crucis

  • por PERIODISTA 360
  • 10 de abril, 2020

De frente a una plaza iluminada sólo con velas por el avance del COVID-19 en el mundo, el Pontífice llevó a cabo la celebración del Viernes Santo.


Italia es el país con mayor número de decesos producto del avance del coronavirus. Tras reportar 570 muertes en 24, autoridades sanitarias afirmaron un descenso en la curva de contagios, sin embargo, ante la cifra alarmante, el primer ministro Giuseppe Conte, anunció la extensión del aislamiento social y preventivo hasta el 3 de mayo.

Este viernes, ante una Plaza San Pedro vaciada -acatando las medidas para evitar mayor contagio por COVID-19- el Papa Francisco encabezó la tradicional celebración del Viernes Santo, fecha en que el catolicismo conmemora la crucifixión de Cristo. Allí destinó un espacio a la palabra de ex detenidos, hijos de personas encarceladas y personal de Centro Penitenciario «Due Palazzi» de Padua, un penal del norte italiano, recopiladas mediante escritos.

Postrado durante tres minutos en silencio, Francisco inició la celebración de la denominada «Pasión del señor», que se caracteriza por la homilía a cargo del predicador de la Casa Pontificia, Raniero Cantalamessa, un capuchino de 85 años que también lo guía en sus ejercicios espiritual anuales.

«La pandemia del coronavirus nos ha despertado bruscamente del peligro mayor que siempre han corrido los individuos y la humanidad: el del delirio de omnipotencia», sostuvo y consideró que «el otro fruto positivo de la presente crisis sanitaria es el sentimiento de solidaridad».

Como mencionó en una oportunidad anterior, a sus 83 años Bergoglio lleva adelante su Semana Santa más «inédita» como pontífice. De frente a una de Plaza San Pedro iluminada sólo con velas, y acompañado por el ceremoniero pontificio Guido Marini, el Papa encabezó la celebración de este Viernes Santo y cedió protagonismo a las 14 meditaciones escritas por el personal, familiares y detenidos en una cárcel del norte italiano. De este modo, no o dio el discurso que estaba previsto en el libreto oficial de la oficina de celebraciones papales.

Entre las meditaciones que fueron leídas en cada estación, se encontró la de una persona condenada a cadena perpetua, un sacerdote acusado y después absuelto, y otras cinco detenidos y sus familiares.

«Muchas veces, en los tribunales y en los periódicos, resuena ese grito: ¡Crucifícalo, crucifícalo! Es un grito que también escuché referido a mí: fui condenado, junto con mi padre, a la pena de cadena perpetua», fue el testimonio de una de las cartas leídas en la primera estación del Via Crucis.

«El tiempo no alivió el peso de la cruz que nos pusieron sobre los hombros, es imposible olvidar a quien hoy ya no está. Somos ancianos, cada vez más desvalidos, y somos víctimas del peor dolor que pueda existir: sobrevivir a la muerte de una hija», fueron las palabras de los padres de una hija asesinada en la segunda estación.

«En mi misión de agente de policía penitenciaria, cada día experimento el sufrimiento de quien vive recluido. No es fácil relacionarse con quien fue vencido por el mal y causó enormes heridas a otros hombres, haciendo difíciles tantas vidas», escribió una guardia penitenciaria.

Antes de la celebración el Papa Francisco envió una carta agradeciendo a las personas que escribieron meditaciones. «Reconfortante leer una historia en la que viven las historias, no sólo de las personas detenidas, sino de todos los apasionados por el mundo de la prisión», expresó.

La cruz fue llevada por grupos de cinco personas.

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